Velha Guarda da Portela – Tudo Azul
2000
Velha Guarda da Portela - Tudo Azul

Créditos

Sobre el Álbum

VELHA GUARDA DA PORTELA EN LOS TERREROS DE LA EMOCIÓN

Monarco, el ex-pescadero y ex-changuero HildemarDiniz, manitas, era un niño de 8 o 9 años cuando se juntó a los guardianes del águila azul y blanca de Portela. Décadas después, ya consagrado como compositor, escribiría la frase que lo define todo: “La música y la poesía me adoptaron en Oswaldo Cruz e incluso permitieron que fuera colaborador”. Oswaldo Cruz es el suburbio al borde de los tramos del ferrocarril de Central do Brasil, donde Paulo Benjamim de Oliveira fundó Portela, y donde hasta hoy está plantado el corazón mítico de la escuela. Monarco, cuando habla del glorioso gremio que hace mucho está ubicado en Madureira, a tal punto que allí también palpita su alma, siempre usa el designativo Oswaldo Cruz. “Es que, para mí, Portela es Oswaldo Cruz”, reafirma. Y lo interesante es que uno llega a este sitio con cara de pueblo, muy modesto y sin recursos urbanos, y se ve, de repente, abismado en una emoción indefinible, algo espiritual, como que tocado por el aleteo de las alas de la majestuosa águila que fue Paulo da Portela. Y se ve involucrado en una expectativa bizarra pero muy intensa de ver surgir desde las calles cercanas a la pequeña estación de ferrocarril, el grupo de carnaval callejero “Baianinhas de Oswaldo Cruz”. O quizás “Quem fala de nós come mosca”. O “Vai como pode”, orígenes remotos de Portela. Por las calles de tierra de un imaginario Oswaldo Cruz, los grupos de carnaval callejero pasan bailando con sus disfrazes de burritos, la juguetona doña Esther girando como portaestandarte, los enmascarados, las canciones de jongo y caxambu, los conjuntos de vientos y cuerdas, en los que hasta el violín de Antenor hacía los honores del Carnaval. En la sección de percusión de cuero, brilla el joven bailarín Alberto Lonato e su adufe, temblando todo en aquel ritmo lleno de presencia y de efectos que singularizó la Tabajara, la poderosa batería de Portela. Y, delante de todos, pastoreando las hermosas y los sambistas, baila el director de orquesta Paulo Benjamim de Oliveira, seduciendo con su elegancia noble, pies y cuellos ocupados, como decía al defender el uso de zapatos y corbatas por el grupo de Oswaldo Cruz, para que se desvincularan de la imagen marginal, asociada a los pobres y a los sambistas. Paulo, conduciendo el grupo y organizando las ruedas de samba en las que el cavaquinho la rompe en el corta-jaca y marca el ritual del miudinho - las caderas de las mujeres temblando, la samba dura y bella de los hombres creando el paso, el baile, la provocación. ¡Muy hermosa la escena sin igual! En el círculo mágico de la samba, trazado en el terrero de Oswaldo Cruz por Paulo da Portela, los hombres y mujeres sambistas se entregan a su liturgia. Es por los caminos de cierta fantasía que enmarca la historia de Portela, en sí misma llena de fascinaciones, que llegamos a comprender la declaración de Monarco. Cuando afirma que la música y la poesía lo adoptaron, se refiere a los maestros de la mandala de la samba, a los sambistas que cantaban y bailaban en las ruedas comandadas por Paulo Benjamim. A los maestros de Velha Guarda da Portela, cofradía de compositores que está en las bases de la fundación de la azul y blanca de Oswaldo Cruz. Se refiere a los pioneros que en su mayoría ya se han ido de este mundo y hoy viven en el orum, el cielo de los negros. Pero también se dirige a los heroicos seguidores - entre los cuales se incluye él - que sostienen, acá en el ayé, esta tierra de todos nosotros, la lucha diaria por la preservación y por el ejercicio de la cultura popular en su expresión musical. Maestros y discípulos como Paulo da Portela, João da Gente, Manacéa, Ventura, Mijinha, Aniceto, Armando Santos, Alcides Malandro Histórico, Heitor dos Prazeres, Rufino, Chico Santana, Caetano, Alvaiade, Chatim, Mano Ventura, Alberto lonato, Mano Alvarenga, Candeia, Casquinha, Argemiro, Jair do Cavaquinho, Osmar do Cavaco, Casemiro da Cuíca, David do Pandeiro, Jorge y Lincoln Violão. Gente muy pobre de bienes y muy rica de inspiración. Autores de sambas tan magistrales cuanto injustamente desconocidos. Creadores ante los cuales la ciudad de Río de Janeiro y la cultura del país deberían inclinarse en respeto y reverencia. Pues han sido esos caballeros del orden del águila de Oswaldo Cruz que han sensibilizado el corazón de Marisa Monte. Y a tal punto que la victoriosa cantautora se inmiscuyó afectiva y artísticamente con los veteranos, los llevó a sus discos y recitales, se acercó tanto que la adoptaron como hija dilecta. Marisa Monte se dio a la tarea de recuperar la obra musical de los excepcionales compositores de Velha Guarda da Portela, motivo de este disco, “Velha Guarda da Portela; Tudo Azul”. Aunque la producción haya sido elaborada y cuidadosa, no tardaron más que dos meses para que el CD estuviera listo - un mes para la rigurosa investigación y las frecuentes reuniones entre los que estaban involucrados en el proyecto, y un mes para ensayos y grabaciones: la obra estaba demasiado presente y estuante en Marisa. Estaba madura para cosechar, y ella la cosechó. “Velha Guarda da Portela; Tudo Azul”, un título muy lindo, que remite al color símbolo de la escuela de Oswaldo Cruz-Madureira y a la pista inédita de autoría de Ventura e interpretada por Monarco. Azul como aquel río que un día pasó por la vida de Paulinho da Viola, originando el primer registro en disco de las voces y del arte de la Velha Guarda, “Portela, passado de glória”, de 1970. Marisa encontró más de cien canciones, en su mayor parte inéditas, y que, por lo tanto, corrían el riesgo de desaparecer. La selección fue difícil, una búsqueda meticulosa de preciosidades entre preciosidades. Pero Marisa Monte cumplió muy bien la tarea. Hay dieciocho pistas en este CD, incluyendo las musiquillas. Algunas inéditas y otras desconocidas, lo que también le da al disco una calidad documental. Entre las canciones realmente conocidas hay “Minhavontade”, grabada por Beth Carvalho, y “Lenço”, grabada por Paulinho da Viola. Todas las pistas del CD han sido interpretadas por los integrantes de la Velha Guarda - Monarco, David do Pandeiro, Jair do Cavaquinho, Argemiro, Casquinha, Casemiro da Cuíca, Cabelinho, Guaracy y SerginhoProcópio, hijo de Osmar do Cavaco. Y las mujeres cantantes Doca, Surica, Eunice y Áurea Maria, herederas de la tradición, del estilo vocal y de los pasos de bailes de sus antecesoras, como Vicentina, Hercília, Dora, Ninita, Lurdes y Lara. Las participaciones especiales son tan respetuosas que resultan conmovedoras: artistas consagrados en el mundo de los discos y en los medios parecen pedir permiso a los venerables para cantar la segunda voz en algunas pistas. Paulinho da Viola aparece en “Noite que tudo esconde”, de Alvaiade y Chico Santana. Cristina Buarque, en “Minha vontade”, de Chatim. Zeca Pagodinho, en “Lenço”, de Monarco y Chico Santana. Discretísima, lapropia Marisa sólo abre suhermosa voz enla pista “Volta meu amor”, de Manacéa y Áurea Maria. Un trabajo irreprochable. Escuchar este disco es viajar por los terreros de la emoción y recuperar momentos únicos, como un toque especial de pandero o un floreo inigualable de cavaquinho. Es compartir momentos sublimes, punteados por la rica guitarra del director musical Paulão, el sensible Paulão que mucho sabe. O la personalísima guitarra de Guaracy. Se trata, en fin, de abrir la sensibilidad y los sentimientos para aquella música y aquella poesía que un día inmiscuyeron al niño Hildemar en el encanto que le convirtió en el gran Monarco de Portela, hoy también integrante de la Velha Guarda. El empeño de Marisa Monte con la Velha Guarda es generoso especialmente con nosotros, amantes de la música y admiradores de aquellos señores y señoras que son padres y madres de la samba carioca. Marisa, con este disco, nutre a todos nosotros con la poesía, la rara melodía y los sofisticados hallazgos armónicos de los maestros de Oswaldo Cruz. Y todo envuelto en tal calidad de arreglos que convierte los créditos en una graduación de alto nivel. Marisa Monte, la prestigiada cantante de música popular brasileña que podría limitarse a gozar su propia fama, sin preocuparse con viejos compositores geniales, se entregó a una tarea que también es un acto de coraje: se atreve a presentar y ofrecer a un mercado fonográfico saturado de productos mediocres la flor y nata, lo que hay de mejor y más hermoso en términos de samba y de la música popular carioca. Pero lo hace de pleno, segura de que este es el camino. “Creo que hay muchos que piensan como nosotros. Hice el disco por mi sello, un disco que yo tenía ganas de escuchar, que hacía falta hacer, y creo que hay mercado para él.” La hermosa joven que hoy es portaestandarte de la nobleza de la samba carioca - nobleza cuyos castillos son hogares sencillos al borde del ferrocarril de Oswaldo Cruz y los alrededores, y que merecen nuestros homenajes. O, como mínimo, un sincero muchas gracias.

Lena Frias