Créditos
Sobre el Álbum
SEU ARGEMIRO, la samba personificada.
La semilla del disco en solitario de Argemiro Patrocínio empezó a brotar durante la grabación de “Tudo azul”, en 1999, tributo de la productora Marisa Monte a la samba diplomada de Velha Guarda da Portela que ella conoce desde la cuna, pues su padre fue director de la Escuela de Samba Portela en los años 70, e incluso ganó una placa con inscripción en el Portelão, la sede donde la escuela ensaya y se presenta. Y su casa, donde Clara Nunes y Candeia reinaban en el tocadiscos, era frecuentada por músicos reconocidos de la samba como Monarco. Pero fue a partir de encuentros musicales con el guitarrista Raphael Rabello y Paulinho da Viola (que le aconsejó que grabara “Doce melodia”), que su relación con la Velha Guarda se consolidó a mediados de los años 90. Cuando creó su sello, Phonomotor, se acordó que el grupo no grababa desde hacía 1988 y les hizo la invitación. La cantante se dio cuenta de que Seu Argemiro, como le llaman con cierta reverencia, había esquivado una distinción más marcada entre los autores del repertorio de “Tudo Azul”, y a la vez guardaba con cariño un cuaderno organizadísimo que reunía las (más de cien) letras y tonos de las sambas que empezó a escribir tardíamente, en 1976, cuando ya tenía cerca de 56 años. Esa mina de joyas musicales preciosas fue la base de la producción, un trabajo “en plan de brigada” emprendido por Marisa con la ayuda de Paulão 7 Cordas, Mauro Diniz la sambista revelación Teresa Cristina. “Era muy lindo”, recuerda la cantante con ojos brillantes. “Lo que hicimos fue buscar un equilibrio interno de temas, asuntos y estilos, guiados por las elecciones personales de Seu Argemiro”, confiesa. La voz delicada y el estilo sutil del sambista descartaban una orquestación opulenta, y desde ahí vienen las elecciones minimalistas que le dan color a la base consolidada por los arreglistas Paulão (guitarra con siete cuerdas) y Mauro Diniz (cavaquinho) y la artillería ágil de percusión (Marcelo Moreira, Felipe D'Angola) y batería (Marcelo Costa) y los timbres adicionales del cello de JaquinhoMorelembaum (en participación especial), el violín de NicolasKrassik, el acordeón de Waldonys, la armónica de Rildo Hora, y la flauta y el clarinete de DirceuLeitte. A partir de la búsqueda musical empezada en Agosto del año anterior, las grabaciones y mezcla se extendieron por dos meses. Cantan duetos con Seu Argemiro su colaboradora, Teresa Cristina, en “Amém”, el as de espadas de la samba contemporánea ZecaPagodinho (“le encanta el fallecido Alberto Lonato, y eligió una colaboración suya con Argemiro, ‘A saudade me traz’, cuenta ella) y Moreno Veloso en “Vou me emboraprabemlonge”. “Me gusta su joven ‘carioquismo’”, define Marisa, que invitó a otro coterráneo modernista, Marcelo D2, para dar un tratamiento electrónico (“él demostró elegancia y respeto”) en la pista extra “Vou me emboraprabemlonge”. Con el disco se lanzaron un video clip (“Solidão”) y un comunicado de prensa en video de 15 minutos más allá de los esmerados cuidados de Phonomotor.
Encantado con el esmero de la productora (“es muy cuidadosa”), Seu Argemiro, nacido en el barrio Piedade en 1923, pero frecuentador habitual del barrio Oswaldo Cruz desde hace 1938, se puso orgulloso con el estreno primoroso casi a los 80. Técnico en refrigeración (“he trabajado en las tiendas CassioMuniz, en Ponto Frio”, enumera) Argemiro aprendió el pandero “de ojo”. Su ídolo en el instrumento fue Neco. En la esfera autoral, convivió con el legendario sambista Paulo Benjamim de Oliveira, conocido como Paulo da Portela, líder máximo de la escuela. “Me pegó muchas manotadas; yo era un niño chico y me gustaba hacer bufonadas, decir tonterías, y él era severo, siempre llevaba puesta una corbata, no admitía desvíos”, perfila. Manacéa y Francisco Santana, este su futuro colaborador, también son admirados por Argemiro, que “hacía samba por hacerlas, sólo para cantar en chiringuitos”, hasta que su canción “A chuva cai” (compuesta con Casquinha) tuvo enorme éxito en la voz de Beth Carvalho, en 1978. Dos años antes (él recuerda precisamente la fecha, el 8 de Diciembre de 1976, “día de la Inmaculada Concepción”), ingresó en Velha Guarda da Portela, donde se destacaría en los dúos de pandero con Alberto Lonato. “Los dibujos que ellos hacían en el ritmo se hicieron legendarios”, exalta Marisa.
Galanteador, malandro de la vieja escuela, Argemiro transpone para sus sambas embates amorosos como el de “Nuvem que passou”. “Esta me salió de repente, entera, a causa de una relación con una mujer que no fue bien. Nos encontramos, ella vino añorante, pero no me rendí”, resume. “Saia da casa dos outros” le hace acordar otra compañera que era frecuentadora asidua de la casa de la vecina, enfrente de un conjunto de casas en que él vivía en Oswaldo Cruz. “Ella incluso se interponía en las peleas de la pareja”, se ríe. Como dice el título, “Solidão” fue escrita en un momento solitario, como siempre, tamborileando una caja de fósforos. Es el proceso usado por Argemiro, que guarda la melodía en su memoria y lo chequea todo en casa de Sérgio (hijo del célebre Osmar) do Cavaco, sacando la armonía en el que es el apellido artístico de la dinastía. Cuando perdió su esposa, Alberto Lonato escribió “A saudade me traz”. “Me gustó mucho la letra, e hice la segunda parte de la samba”, recuerda el compositor, que prefiere componer la primera parte. Como sucede en “Amém”, con Teresa Cristina (“su voz parece un lamento, es hermosa”), “A chuva cai” (“de pronto fui enseñarla a Casquinha en su casa, y por el interés que demostró, supe que era una buena samba”), y en “Lamento de umportelense”, completado por Chico Santana.